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Tokio, el destino perfecto

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Tokio, destino perfecto

Un viaje a través del tiempo, en
el que espíritu, alma y tradición
se fusionan con buen paladar, tecnología y futuro. Una fusión en mitad del caos sincronizado que aún se detiene ante el caminar de unas geishas, que visten de delicada seda.

Si abres y cierras los ojos rápidamente te parecerá que has llegado al futuro. Sin embargo, si escarbas un poco verás que todo ello se ha forjado sin dejar a un lado las tradiciones ancestrales. El barrio de Ginza es sinónimo de lujo. Una larga avenida, con grandes similitudes a la neoyorkina 5o Avenida de Nueva York o, sin ir tan lejos, a la milla de oro madrileña. Si bien es cierto que este barrio
ha perdido puntos en detrimento de Shinjuku o Harajuku sigue siendo un barrio cosmopolita lleno de grandes almacenes, centros comerciales y tiendas de lujo no aptas para todos los bolsillos. Y no es una frase hecha, ya que ni la fruta fresca se salva: plátanos a 3 la unidad, sandias a 80 la pieza y racimos de uva envueltos en papel de celofán con lacito incluido esperando a que alguien pague una cifra desorbitada y los regale para el día del padre.

Los edificios de Dior, Gucci, Armani, Bulgari rodean un Teatro Kabukiza que se erige como el único estandarte del Japón tradicional en este barrio tokiota. El exterior del teatro Kabukiza conserva su estructura tradicional pero el interior fue reformado en el año 2010 perdiendo el interés arquitectónico, aun así este teatro es el mejor lugar para ver una representación kabuki en todo Tokio, eso sí no lleves la cámara de fotos porque está prohibido tomar fotos en su interior.

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La lonja de Tsukiji es el mercado de pescado más grande del mundo.
Se encuentra a unos 600 metros del centro de Ginza, exactamente en Tsukiji y se ha convertido en una de las zonas más visitadas de la ciudad, todo un espectáculo. Para poder ver la subasta de atún hay que madrugar mucho ya que solo se admiten 120 visitantes diarios repartidos en dos turnos.

Quizás el cruce de calles más famoso del mundo después de Times Square sea el de Shibuya, que ostenta el título de ser el más abarrotado del mundo y, también, el más fotografiado. En Shibuya confluyen nada más y nada menos que seis calles, por lo que también se la conoce como Scramble Kousaten (cruce de rutas) Pero Shibuya es también el centro de la cultura joven, donde las chicas gyaru, que suelen ir maquilladas, bronceadas, y peinadas a la última moda, se pasean por los grandes almacenes.

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Asakusa es uno de los barrios con más historia del centro de Tokio. Los grandes carteles luminosos dejan paso a los templos y el maquillaje es sustituido por atuendos más tradicionales. La entrada a Asakusa se hace a través de la antigua y bella puerta Kaminarimon, “la puerta de los truenos”, de la que pende un enorme farol chino color rojo y ornamentada con esculturas de madera de los dioses del viento y el trueno. Entre esta puerta y la puerta Hozomon se extiende la calle más famosa de Asakusa y una de las calles comerciales más antiguas de Japón, Nakamise dori.

A ambos lados de la calle se alzan numerosas tiendas con frentes coloridos que venden kimonos, abanicos, sembei (galletas de arroz) y dulces. Al final de Nakamise dori está Sensoji, el templo más antiguo, famoso, colorido y popular de Tokio. Su construcción terminó en el 645 y está dedicado a Kannon, la diosa budista de la misericordia.

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Akihabara es el barrio del anime. Se le conoce también como Akiba o la ciudad electrónica, y está repleto de tiendas de electrónica, de cámaras, videojuegos, ordenadores y de todo tipo de accesorios de anime, manga, disfraces, figuritas…

Golden Gai es el mejor lugar en el que acabar el día, donde tomar la última cerveza Sapporo del día. Se trata de un laberinto de callejuelas y estrechos edificios de madera de dos pisos en Shinjuku en los que se apelotonan minúsculos y extravagantes bares. Cada uno tiene una atmósfera diferente, aunque todos tienen en común la excéntrica decoración que les acompaña. Así como la ciudad derrocha cultura, tradición y modernidad al mismo tiempo, las celebraciones que allí tienen lugar te transportan a tiempos ancestrales.

El Tsukji Shishi Matsuri es uno de estos acontecimientos. Se celebra cada tres años en el mes de junio y recorre el barrio de Tsukiji a primera hora de la mañana, muy cerca de la lonja del pescado. Dos inmensas cabezas gigantes de león recorren en procesión todo el barrio. Por la tarde se celebra otro festival, el Torikoe Festival, también llamado “Torigoe”. Se trata de otro desfile que involucra además una procesión mikoshi, o lo que es lo mismo para los seguidores del sintoísmo, una capilla portátil. Es mucho más pequeño que otros grandes y afamados festivales como el Kanda Matsuri o el Sanja Matsuri, pero igual de ruidoso y bullicioso. Éste, además, cuenta con el mikoshi más grande de Tokio: el Senkan- Mikoshi de cuatro toneladas.

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Un gran ejemplo de tradición y modernidad es el Hotel Mandarin Oriental Tokio, ubicado en una torre de 192 metros diseñada por el arquitecto argentino César Pelli que se encuentra en pleno centro histórico de la ciudad, en la región conocida como Edo y que fue la capital original del imperio japonés. El acceso está en la planta baja y tres ascensores ascienden hasta la copa en el piso 38 con el imponente skyline de Tokio como fondo. El diseño de sus interiores utiliza la madera tratada de manera artesana tradicional como elemento diferenciador, así como tejidos y restos de elementos decorativos. Cuenta con más de una decena de propuestas culinarias entre las que se encuentran tres restaurantes galardonados con estrella Michelin: Signature, dedicado a la cocina francesa; Sense, que ofrece platos cantoneses; y Tapas, donde se realiza la comida molecular con las técnicas más avanzadas. Por supuesto, la comida típica de Tokio también tiene su lugar en el Sushi-Sora, un restaurante donde se prepara sushi al estilo Edo-mae, propio de la capital. Lujo y tradición, dos emblemas del grupo Mandarin Oriental, adquieren en este hotel su punto más refinado, haciendo que visitar Tokio se convierta en una experiencia irrepetible y enriquecedora a partes iguales.

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