Fotografìas de Franco Gribod
La fecha del intercambio de anillos de Patricia y Ángel era muy esperada por los más de 300 invitados, deseosos de compartir con la pareja este momento tan importante en sus vidas.
El lugar elegido para la boda fue el encantador Cortijo La Media Legua, situado en Garrucha, Almería, un auténtico paraíso para los novios e invitados.
La soleada tarde del sábado comenzó con los preparativos de la novia, en el cortijo de la localidad, acompañada por su familia y su mejor amiga Isabel.
Ángel, a su vez, se preparaba en casa de sus padres, con una mezcla de ilusión y emoción y, cuando estuvo listo se dirigió junto a su familia al sitio de la ceremonia en su coche particular.
La organizadora de todos los preparativos, Priscila LLorens, se aseguró de ser la primera en llegar, de que los novios estuvieran cómodos y de que todos los detalles fueran impecables y se hicieran a la perfección. Las “copas de bienvenida” esperaban a los invitados, en un ambiente formal y florido, en una tarde que ya apuntaba una romántica puesta de sol, con una música de fondo arrebatadora.
En el exterior, las sillas estaban alineadas con precisión, formando filas perfectas, en armonía con el suelo de un tono amarillo tostado. De él surgían majestuosos arreglos florales, embellecidos por columnas de piedra cuidadosamente ornamentadas, que marcaban el camino por donde entrarían los novios.
Cada detalle de la decoración, que los novios aprobaron uno a uno, fue meticulosamente planeado por Priscila LLorens. Los invitados esperaban a los novios con ansia, mientras la naturaleza se unía a la elegancia de los elementos construidos, proporcionando un marco impresionante que parecía salido de un cuento de hadas.
El novio recorrió el pasillo del brazo de su madre, con los ojos llorosos de emoción. Allí, tuvo la visión más esperada de todas: su alma gemela, radiante, caminando elegantemente junto a su padre hacia él, con un ramo de petunias blancas y un lazo verde en la mano. El momento fue tan especial que comenzaron a derramarse lágrimas de alegría por todos los presentes, testigos de la unión de esta pareja tan genuina y querida por todos. Bajo un majestuoso y asimétrico arco de hojas, cuyo precioso tono verde simbolizaba la vida, se unieron en matrimonio, sellando así su promesa de amor eterno.
El intercambio de votos, guiado por los maestros de ceremonia – Alfonso y Alba – fue un momento sublime, con palabras llenas de amor y promesas sinceras. Mientras los novios compartían sus declaraciones de compromiso, una atmósfera mágica envolvió el lugar.
De repente, en el punto álgido de este momento tan especial, todos se sorprendieron cuando se desencadenó una sorprendente lluvia de humo de colores. El aire se llenó de tonalidades vibrantes y brillantes, como si la alegría y la felicidad se hubieran materializado ante los ojos de todos. Era una escena que parecía sacada de una mágica película, inmortalizando aún más esta boda memorable.
A continuación, los invitados fueron conducidos a un entorno especial, al abrigo de una larga carpa que los envolvía. Su techo estaba adornado con luces tipo guirnalda, que creaban la ilusión de un cielo estrellado, aportando un toque mágico al ambiente. Bajo esta deslumbrante cúpula de luz, las mesas del comedor estaban cuidadosamente preparadas, cada una con detalles que recordaban a sus respectivos comensales.
Los platos y copas de vino transparentes brillaban, dando lugar a un sofisticado contraste con los cubiertos y vasos de agua dorados. Cada centro de mesa lucía un exuberante ramo de flores que armonizaba a la perfección con la decoración exterior, añadiendo un toque de frescura y elegancia al conjunto. Sin duda, un entorno en el que cada detalle fue meticulosamente considerado, proporcionando a los invitados una experiencia visualmente impactante y encantadora.
Ya pasada la medianoche, llegó el esperado momento en que los novios tuvieron la oportunidad de celebrar su primer baile bajo un telón de fondo de pura magia. Rodeados de fuentes y bengalas de fuego frío, las llamas danzantes añadieron un brillo especial a su romántica coreografía.
El ambiente festivo se intensificó cuando empezó a sonar música disco, llenando el espacio de una energía contagiosa.
La diversión no había hecho más que empezar: un toro mecánico desafió a los invitados a demostrar sus habilidades de equilibrio, mientras la barredora giraba rápidamente arrancando risas y aplausos.
Las pistolas de CO₂ emitían ráfagas de humo brillante. Los foodtruck de comida, que ofrecían irresistibles tentempiés, añadieron aún más sabor a la fiesta. Cada atracción proporcionó una experiencia única, sacando a relucir el alma de diversión y celebración de cada uno de los presentes.
Patricia y Ángel, ¡seguro que este día fue tan solo el comienzo de un maravilloso camino que esperamos algún día sigáis compartiendo con todos nosotros!