Fotografía: Carlos Lucca, Santi Aura Fotografía y LCR.
En el amor hay que ser pacientes y saber esperar. Y cuando menos lo piensas, llega la persona con la que compartirás el resto de tu vida.
Esto ocurrió a nuestros protagonistas. Corría el año 2012 cuando ambos cruzaron sus caminos en la Universidad de Alicante. Entre mañanas de clases y tardes de estudio de publicidad, el destino quiso que coincidieran en el mismo grupo de trabajo y así comenzó su historia.
Empezaron a coincidir, a encontrarse durante largas horas en la biblioteca, compartían desayunos y meriendas, así como muchos cafés. Todo comenzó como una bonita amistad sin saber que vendría algo mucho más mágico y bonito para ambos.
“Aquellos momentos fueron sumando, nuestra forma de ser y pensar encajaba a la perfección”, recuerda Ainhoa.
De este modo fue surgiendo algo precioso entre ellos. Tan solo sucedió y surgió un amor único.
Ainhoa señala que se encontraron “porque el destino nos encajó en espacio y tiempo para recorrer toda esta trayectoria y superar juntos cualquier reto. Encontrar a ese alguien que viva tus locuras con una sonrisa, ese alguien capaz de hacerte bailar en los días de lluvia… Esa persona con la que puedes tener una discusión acalorada y en pocos minutos estar necesitando de sus brazos. Encontrarla, es una de las cosas más bonitas que nos puede tocar en la vida”.
El novio, por su parte, llevaba tiempo pensando en el momento perfecto para crear una gran pedida de matrimonio y sorprender a su chica.
Lo tenía todo organizado, pero desafortunadamente todo lo planificado se vio paralizado por la histórica pandemia que llegó a nuestras vidas en 2020. Todo ello hizo que ideara un plan B, porque si algo tuvo siempre claro, es que Ainhoa es la mujer de su vida y quería casarse con ella.
La oportunidad llegó en un viaje a la isla Pitiusa. Allí organizó una preciosa y espectacular pedida en Cap de Barbaria, con la puesta de sol como telón de fondo.
Llegó su gran día, el 11 de junio la pareja se dio el ‘sí quiero’ en la alicantina finca Castell de Barxell. “Nos enamoramos de la finca el primer día que la visitamos. Sabíamos que tenía que ser allí. Algo nos decía que era muy especial y es que los dos sentimos la misma ilusión”, comenta Ainhoa.
La finca Castell de Barxell, se encuentra en Alcoy y fue el escenario elegido para celebrar tanto el ceremonial, como la posterior celebración. La pareja recuerda con especial ilusión el momento más emotivo de la ceremonia. “El discurso del padrino, contando la historia y el paso del tiempo junto a su hija hasta llegar al día de la boda, fue muy especial”.
Ainhoa lució un diseño personalizado de Jesus Peiro. Un vestido sencillo realizado en crepé, con silueta sirena, detalle de volante asimétrico por delante y espalda desnuda con filigrana de volantes. Lo acompañaba una capa de tul confeccionada por unas originales flores 3D, generando un hermoso efecto cascada.
Una propuesta muy femenina que completó con unos guantes de tul cortos, dándole el toque especial que tanto buscaba. El ramo confeccionado por Floristería Margarita con flores blancas fue a juego con el resto del entorno.
Por lo que a los zapatos se refiere, fueron un modelo personalizado, diseñado en piel con destellos dorados, tacón alto y detalle de hebilla con cristales, de la firma Lodi.
Respecto a las joyas, lo más destacado fueron los pendientes de diamantes de su abuela paterna que su padre le prestó. Alhajas con más de 50 años de antigüedad.
El maquillaje fue natural y discreto, realizado en tonos cálidos por Javier Diviero y Álex Vicent de Diviero Makeup Artist. Y complementando su look, lució un elegante moño bajo trenzado, realizado por Puri Muñoz de Stylos Peluqueros.
Carlos Lucca, Santi Aura y LCR fueron los encargados de inmortalizar cada momento a modo de fotos y vídeos. Además, también contaron con un dron para realizar una grabación aérea de la finca.
La pareja recuerda el día de su boda como el más feliz y emocionante de sus vidas. Un día que nunca olvidarán. ¡Os deseamos toda la felicidad del mundo!