
E
n Argentona, en los alrededores de Barcelona, Ada y Juan celebraron su unión en un emplazamiento que parecía un sueño hecho realidad. El magnífico entorno que ofrece Bell Recó sirvió de impresionante telón de fondo para un día lleno de amor, risas y momentos inolvidables.
La mansión y su interior, con un elevado valor artístico y la singular belleza de sus jardines eran de por sí el perfecto entorno para la boda. No obstante, la pareja se puso en manos de la reconocida wedding planner Priscila Llorens que, además de la organización de toda la preparación de la pre-boda y de la boda, supo poner su especial toque de elegancia y glamour en cada rincón.
El día comenzó en The One, hotel de lujo de Barcelona, donde Ada y Juan se prepararon para su gran día. La novia, con su vestido de Pronovias, estaba radiante. El escote en V, las mangas voluminosas y el cinturón de pedrería fina, contrastaban con la falda del vestido, sencilla y delicada.



Mientras el sol iluminaba Barcelona con su resplandor dorado, el ambiente bullía de emoción y expectación. Amigos y familiares se reunieron para ayudarse mutuamente a prepararse, mientras las risas y las anécdotas llenaban el ambiente y marcaban la pauta para el alegre día que se avecinaba.
A su llegada, los invitados fueron recibidos con una copa de bienvenida, servida personalmente por Juan. Su cálida sonrisa y su amable conducta hicieron que todos se sintieran, al instante, como en casa.
Poco después, Ada hizo su gran entrada en un coche clásico, un Bentley. La ceremonia estuvo oficiada por Joan Godayol, sacerdote próximo a la familia.
Tras la ceremonia, los invitados disfrutaron de una segunda copa de bienvenida acompañada por las relajantes melodías de Àuria al piano. Mientras tanto, Ada y Juan se tomaron un momento para sí mismos, que el fotógrafo aprovechó para capturar sus fotos más íntimas íntimas y relajadas.

El banquete, servido por Jubany, comenzó con la entrada de la pareja al ritmo enérgico de «Let’s Get Loud» de Jennifer Lopez. La sala estalló en aplausos. El espacio, como era de esperar, era extremamente bello, siendo el verde el color que destacaba.
El salón con altos ventanales, que ocupaban gran parte de la pared, dejaba entrar una luz extraordinaria. El techo estaba arreglado con decoraciones florales que, de la mano experta de Flores Bertrán, caían armoniosamente hacia las mesas de los comensales, que a su vez estaban decoradas con centros flores a juego.
Durante el banquete, el padre de Ada y el hermano de Juan pronunciaron emotivos discursos, a los que siguieron las sentidas palabras de tres de sus amigos más íntimos. El momento culminante fue la entrega del ramo a las amigas de Ada, un símbolo de amor y amistad y, mientras se servía el postre, Juan ofreció puros durante el servicio de licor.


La tarta nupcial, elaborada por Mery, era alta y elegante, con un solo color: el blanco. El momento de cortarla también fue emotivo, ya que los novios la cortaron juntos con la ayuda de una espada y rodeados por seis fuegos fríos que dieron espectacularidad al momento.
No podía faltar el baile que, por supuesto, abrió la pareja al son de “Can’t help falling in love” de Elvis Presley y acto seguido se sumaron los padres y el resto de los invitados.
La celebración no podía finalizar sin la esperada discoteca que estuvo customizada como si realmente fuera una jungla con animales y un show relacionado con el tema que consiguió un final de fiesta apoteósico.
Un día para recordar con mucho amor y complicidad. ¡Viva los novios!


